Los fundamentos del arte moderno

Aproximación a los textos de Ortega y Gasset (1).
Por José Javier Alayón González.

Tres umbrales. Paul Klee, 1929

Orígenes de los principios estéticos vanguardistas

La acumulación ininterrumpida de producción artística hasta finales del s.XIX llegó a aplastar la inspiración artística, conduciendo a la drástica ruptura que supusieron las vanguardias de principio de siglo. La negación tomó el mando y todo lo nuevo debió concebirse como una oposición al arte viejo, el hilo histórico debía romperse. Para Ortega fue el momento en que se produjo una contundente deshumanización del arte. Como repulsa al arte viejo, según el filósofo, el arte nuevo parte de un “asco a las formas vivas”, en escalas diferentes, pero declarado a todas las musas que alimentaron la disciplina a partir del Renacimiento con toda su voluptuosidad y vitalidad. La intensidad de la deshumanización en la obra artística era distinta y proporcional a las tres categorías de elementos que componen nuestro mundo: personas, resto de seres vivos y las cosas inorgánicas. Para Ortega, mientras más vital, más desterrado estará del escenario artístico de vanguardia.

Los nuevos principios estéticos pasarán por un proceso de desmontaje de lo humano, donde el modo de expresarse debe ser fiel representación de la empresa recién fundada. Por tanto, partir de cero requería crear un lenguaje nuevo como principal herramienta. La nulidad es el estado vacío del espacio y para intervenir en éste el artista se aferra a la geometría como medio de expresión, por su carácter de ciencia antinatural y rabiosamente abstracta. Abstracción que le otorga una ingravidez cultural, una liberación de peso social que Ortega define como intrascendencia del arte, liberándole de cargos y obligaciones que compartía con la ciencia o la política dentro de las preocupaciones e intereses humanos.

Decía el ensayista madrileño que: “La aspiración al arte puro no es, como suele creerse una soberbia, sino, por el contrario, gran modestia. Al vaciarse el arte de patetismo humano, queda sin trascendencia alguna —como solo arte, sin más pretensión—.” Sin embargo, pasado un siglo, el arte moderno y las otras artes que se nutrieron de él —principalmente la arquitectura, por ser la más social de ellas—, siguen siendo inaccesibles para las masas.

Ortega cita a Wilhem Worringer en uno de sus ensayos, titulado “Arte de este Mundo y del Otro”, para explicar que la historia del arte ha dado definitivamente un giro y se fundan así las bases de un nuevo querer artístico, una distinta voluntad estética, opuesta al poder artístico, fundamento basado en la habilidad de recrear un arte naturalista. Para ello, la abstracción es la herramienta de la nueva voluntad estética. 

Komposition 8. Vassily Kandinsky, 1923

La idea de forma en la concepción de objetos

El objeto dentro del arte del siglo XIX, realista por excelencia, más que ser concebido era emulado. El artista estaba en la obligación de recrear situaciones capaces de hacer partícipe al espectador, facilitándole la aprehensión dela obra. Larealidad expresada por uno es compartida por el otro.

Desde el momento en que el objeto de la obra deja de estar basado en una realidad —en un fragmento de ella para ser más precisos— que es una idea, y es sustituida por un medio, deja imposibilitado al espectador común a acceder a la totalidad de la realidad a la que nos remitía ese fragmento. Así, el objeto es una irrealidad, creada por el artista, con una legalidad propia y por tanto intransferible, que hace que sea difícil convivir con él. Al carecer de parecidos con la realidad del espectador, solo le produce sentimientos estrictamente estéticos y no sentimientos de similitud, quedando fuera de su entendimiento, el espectador es expulsado del ámbito de comprensión del objeto. Por tanto, éste únicamente es abordable desde el intelecto visual, los sentidos son solo vehículos para la acción libre de la imaginación, funcionamiento de la razón estética para producir el deleite estético, tal como lo define Kant.

Si la forma es el modo de existencia de la cosa, expresando el nexo interno y el modo de organización del objeto y está condicionada por el contenido de éste, es evidente que la forma del arte nuevo deja de ser un reflejo de la realidad, de tales o cuales peculiaridades de un pueblo o una cultura. El origen del objeto artístico deja de ser de procedencia externa (pública), para ser de génesis interna (privada).

Aunque la forma de un objeto, en este caso el del arte, nunca permanece invariable, puede llegar a poseer una independencia relativa en proporción a la historia quela avala. Suestabilidad es un factor que garantiza el desarrollo progresivo del contenido, pero esa misma estabilidad, que en las primeras etapas estimula el desarrollo, se transforma con el tiempo en fuente de conservadurismo. Este encasillamiento de la forma artística, inmediatamente la relega en relación a los nuevos contenidos, generando una contradicción que la obliga a dar un cambio en consonancia con las transformaciones acaecidas. En el proceso de constante renovación y progreso de las sociedades es difícil citar un hecho de “superación” (de la forma), tan radical como al que nos referimos.

Broadway Boogie Woogie. Piet Mondriaan, 1921 

Relaciones entre arte y realidad

Al hablar de realidad en el pensamiento orteguiano, hemos de referirnos a su concepto de la realidad radical, definida como la interpretación de nuestra vida a partir de la coexistencia del yo con el mundo. Y más exactamente como dice el autor:

“Yo en cuanto subjetividad y pensamiento me encuentro como parte de un hecho dual cuya otra parte es el mundo. Por tanto, el dato radical e insofisticable no es mi existencia no es yo existo, —sino que es mi coexistencia con el mundo”. Y en consecuencia: “No existe, por tanto esa supuesta realidad inmutable y única, hay tantas realidades como puntos de vista. El punto de vista crea el panorama”.

De todos estos puntos de vistas diferentes devendrán perspectivas diferentes, lo que filosóficamente se define como perspectivismo. Entonces, todo el conocimiento que se deriva de esta doctrina, depende del punto de vista (realidad) que se tiene y éste a su vez, de la distancia espiritual que lo separa del hecho.

Para explicar entonces la relación entre arte y realidad que existe en la filosofía orteguiana hemos de afirmar que el arte nuevo es irreal, que por primera vez, en relación al arte antiguo, se eliminan los elementos reales y los de orden estético toman el poder de la obra artística: inevitable consecuencia de la deshumanización del arte. El artista frente a la obra deja de lado cualquier punto de vista real, o sea, humanamente vivida, para tomar un punto de vista interno, irreal. De emular las cosas ha pasado a pintar las ideas, es decir, la irrealidad.

Ortega especifica: “es el arte doblemente irreal: primero porque no es real, porque es otra cosa distinta de lo real; segundo porque esa cosa distinta y nueva que es el objeto estético lleva dentro de sí como uno de sus elementos la trituración de la realidad”.

De esta experiencia se obtiene el goce del objeto artístico y no el goce de sí mismo, producto de verse vinculado con las realidades expuestas en la obra de arte. La contemplación sustituye a la identificación del espectador frente al objeto artístico.

Para finalizar atendamos a la que quizá sea la característica principal del arte de vanguardia para Ortega y Gasset: su impopularidad. Toda “superación” dentro de algún sistema implica cierto rechazo de entrada. Pero la situación que se presenta en este nuevo panorama artístico es un problema de índole sociológico, pues el público queda estratificado por un proceso de selección intelectual. La clasificación es muy sencilla: los que lo comprenden y asimilan y los que no lo comprenden y rechazan. Al mismo tiempo esta segregación es drástica, pues los porcentajes son marcadamente dispares a favor de los que se sienten humillados por el nuevo arte.

Como afirma Ortega, el nuevo arte es un “arte artístico”, es decir, producido y accesible solo por artistas, denominados así tanto los propiamente llamados, como los que poseen el nivel cultural suficiente para entrar en la elite capaz de hacer inteligible el objeto artístico, incluyendo la arquitectura moderna que fundará sus cimientos, entre otras cosas, en estos principios estéticos.

(1) Todas las citas han sido extraídas de: ORTEGA Y GASSET, La deshumanización del arte y otros ensayos de estética, Editorial Alianza, 1998.

 

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