La isla ilesa: De la poesía al museo

Por Noemí Feo

Dúctiles islas ilesas levantan la sonrisa hasta el asma de la sonrisa ilesa.
José Lezama Lima

Juan José Gil, Paraislas, 1984. Mixta sobre lienzo, 200 x 150 cm

¿Qué es una Isla ilesa?, quizás, ¿una isla que no ha sufrido daños?, ¿una isla que ha quedado intacta?…

 1
Los días de otoño
se prestan al poema,
delatan este juego
fatal de la escritura.
Mientras la noche blanca
se da al silencio.
2
El ritmo de la lluvia
es una búsqueda: muro
blanco en donde emerge
la isla ilesa, el verso.
3
Las palabras ocupan
Su sitio en la memoria.
Vocación de lo leve.
Materia del olvido.

 “La isla ilesa”, en Ciudad Blanca de Ángel Campos

Una isla que mantiene su autonomía y que cierra en torno a sí, la capacidad de representarse en la obra de arte. Una isla ilesa, no es la que haya quedado al margen del cambio o la transformación, sino aquella que se aferra a una identidad que existiendo en medio de la vorágine de dinamismo, no sentencia la constante y jugosa revisión que implica re-leerla una y otra vez, digamos, casi, hasta el infinito. Es precisamente, este infinito de reinterpretaciones, de revisiones, de re-representaciones, lo que consigue que una exposición que tenga como título la isla, y más en este mismo territorio, suponga una siempre apuesta segura y un agradable recorrido por lo (des) conocido.   
Isidro Hérnandez, licenciado en Filología Hispánica, comisario y conservador de la Colección TEA, señala a Paul Dermée, en el primer número de la revista creacionista Nord-Sud, como la inspiración que motivó la realización de esta exposición -Una Isla Ilesa. Travesías insulares en la colección TEA-, a partir de una lectura del poeta, en concreto, en la idea de «crear una obra que viva fuera de sí, de su propia vida, y que esté situada en un cielo especial, como una isla en el horizonte» (1).  En este sentido, en un texto de Federico Castro Morales, “La ‘Isla-Molineta’. La recepción del Creacionismo en Canarias” se señalaba también esta misma idea, pero en esa ocasión con respecto a Espinosa y la percepción de Lanzarote como una tierra de inspiración para la creatividad (2).  Si ampliamos esta frase de Dermée obtenemos un dato más amplio: «La finalidad del poeta es la de crear una obra que viva de su propia vida, lejos de él: que esté situada en un cielo especial, como una isla allá en la lejanía del horizonte» (3).  Es decir, que si bien Castro Morales, si señalaba la obra del poeta como una isla en el horizonte, Hernández, se centra, independientemente, en la obra de arte como isla en el horizonte.
Así, en esa lejanía que señala Dermée, existe también una intencionalidad no sólo de autonomía de la obra de arte, sino que la concepción de lo ileso vendría dada, como vinculación a una isla, que alejada en el horizonte, convive con el aislamiento y con la posibilidad, con la inexistencia de influencias y con la presencia de interpretaciones. La obra de arte por lo tanto, vendría a conformarse en una pureza, en una especificidad de la representación, en un dinamismo plural que no se limita en el territorio insular, y que no le perjudica porque convive en una ambivalencia constante.

Pipo Hernández, Piedad, 2001. Técnica mixta sobre tela, 295 x 295 cm 

También existe en estas concepciones, un misticismo, una sacralización y veneración de la isla como influencia y motivación en la obra de arte. Es precisamente este aspecto simbólico e idealizado, también codificado, lo que incentiva por un lado, la concepción adorada por los artistas, y por otro, la posibilidad que sustenta la creatividad de la obra de arte, fundamentada en la interpretación del paisaje insular. Esta lectura de la isla ilesa, es la lectura que se registra en el tiempo a través de la obra de arte, pero que en un sentido metafórico, queda registrada en un instante intuitivo, íntimo y personal. La superviviencia de la isla, es la supervivencia de la obra de arte, de la lectura del artista y de la representación que protege la visión exótica de esa lejanía en la linealidad del mar.Desde la poesía, hasta la pintura, escultura, fotografía, cine… Es la isla, un medio expresivo en sí mismo, que otorga a la representación, tintes diversos que enriquecen la visión insular pero también, incentivan la imaginación y fantasía de una obra de arte, que por un lado, recorre la veracidad de los paisajes, las tradiciones e identidad y que a la vez, recoge la isla-yo, que es aquella del artista que reinterpreta y visualiza una lectura subjetiva e interiorizada. Es la isla-yo, un juego fonético del (a)isla(do) yo, que reinterpreta, la libertad en la obra, bajo la infinitud de su subjetividad y sobre límites simbólicos de la tierra.

Esta exposición colectiva, recoge la interpretación del propio artista insular, la visión extranjera del artista que se deja seducir como el isleño por los colores, texturas y formas, y por la tradición más imperante del arte canario. De esta muestra, he seleccionado una concreta visión sobre algunos autores que introducen la generalidad del argumento expositivo. En este sentido, Pipo Hernández (Gran Canaria, 1966), es un referente indiscutible, a través de su obra Piedad. Realizada en 2001, su pintura es el reflejo de la catástrofe configurada por un velo absolutamente sereno, delicado, vinciano, que nace de la contraposición entre la naturaleza y el avance. Una destrucción silenciosa que ataca la protegida isla. Una isla que para JuanJosé Gil(Gran Canaria, 1947) se convierte en Paraislas. Esta obra de 1984, se encuentra en la línea del paisaje abstracto, que el artista canario, aplica cuando representa la casa, la isla o el mar. La orografía insular en la verticalidad de sus territorios representa el juego entre luces y sombras, la aparición y la desaparición, las leyendas yla historia. Unaverticalidad, que representa la inexpugnable visión insular en su lejanía y en su espíritu mítico.

La isla retratada en torno a la ruina, en torno al volcán, en torno al paisaje y el mar, entronca una y otra vez, con la poesía de grandes literatos que otorgaron al territorioinsular elvalor de protagonista, pero también de antagonista. Esta idea de Paraislas, es una vinculación al aislamiento. Cerrado el campo de representación, parece, como decíaPedro GarcíaCabrera «un brote de mar encandenado» (4). Un encadenamiento que Amelia Pisaca (Tenerife, 1966) recoge, en 1998, en el mundo fantasioso, exótico y verniano de Ladón. Guardián de las islas. Atlas tuvo tres hijas, Egle, Eritia y Aretusa, las Hespérides, que vivían en un lugar de clima sereno, benigno y apacible dónde la naturaleza ofrecía manzanas de oro en sus árboles. Un jardín de hermosa belleza, que cultivaban las Hespérides y que era custodiado por Ladón, un dragón de cien cabezas por las que arrojaba fuego. La interpretación de Pisaca, se compone de la multiplicidad cromática en un formato de gran tamaño que aloja no sólo la recreación del monstruo griego, sino la fortaleza de la naturaleza, entre la montaña y el mar, lo ingrávido yla tierra. Unaplanimetría de visiones y detalles que configuran un efecto acuático, profundo y enraizado de la isla ilesa de Ladón, bajo el sello surrealista.

Amelia Pisaca, Ladón. Guardian de las islas, 1998. Técnica mixta sobre tela, 650 x 195 cm

Mancha y color, golpe y sol, Jiri Georg Dokoupil (República Checa, 1954) retrata la isla en O.K Baby en 2001. Este lienzo horizontal de gran formato representa la biológica y orgánica visión de la naturaleza insular. Gotas, manchas y formas del azar se recrean en el estilo evolucionista de Dokoupil. Como si de una ebullición surgiera la tierra, Dokoupil libera la vida, y recupera la visión insular más pura.

Respectivamente, detalle de Jiri Georg Dokoupil , O.K Baby, 2001, Acrílico sobre lienzo, 94 x398 cm. Salvo, Tenerife, 2000. Óleo sobre lienzo, 81 x166 cm.

Tras las mitocondrias de jabón de Dokoupil, Salvo -Salvatore Mangione- (Sicilia, 1947) retoma el paisaje más naïf y se adentra en el 2000 con Tenerife. Un paisaje en el queel Teideaparece entre las nubes, las montañas, la naturaleza y la arquitectura doméstica. Un paisaje de la isla, esponjoso, dulce e ingenuo que representa en sí mismo una evidencia de tranquilidad, lejanía e intimismo de lo exótico y tradicional. ComoJose LuisPérez Navarro (Tenerife, 1961) con sus tuneras. Egos absolutos de la naturaleza, emblemas canarios de la cultura y del paisaje tradicional, que son para el artista un paisaje en sí mismo. La alegría y cromatismo de estas obras, se contrapone a la dureza del paisaje de oscuridad y rebeldía en Isla y carretera de Ángel Padrón (Tenerife, 1969) donde la noche y la orografía de las curvas del asfalto, recorren la profundidad metafísica y no sólo pictórica. Curvas y trayectorias que dejan la mirada ante el reflejo del mismo territorio, siempre cíclica la isla, que se recorre en sí misma, una y otra vez.

Volcanes, montañas, arquitecturas, organismos pictóricos y mitos de Canarias, comparten escena con la interpretación social y simplificada, lúdica e infantil de Donald Baechler (Connecticut, 1956) con Red Sundae, de 1999. Un cremoso helado surge imponente entre el espacio ingrávido, irreal y espontáneo, que surge de la interpretación turística. Una visión pop sobre Tenerife, que se desliza haciaCarmen Cologan(Tenerife, 1959) y la metafísica del paisaje, en una referencia absoluta a Chirico, en la solidez y peso dela representación. Taly como decía, Enrique Castaños Alés: «Aparte del carácter cíclico de la evolución cósmica, el árbol pone en comunicación los tres niveles del cosmos: el subterráneo, a través de sus raíces; la superficie de la tierra, a través del tronco y sus primeras ramas; el cielo, a través de su cima y de sus ramas superiores. Los espacios donde la pintora ubica el drago son espacios interiores, estancias de arquitectura lineal y geométrica que se comunican unas con otras, a través de cuyos vanos se proyecta una luz intensa, blanca o amarillenta». Una obra bella, simplificada, resumida en cromatismo y linealidad.

Desde la fuerza y el terror placentero dePedro González, hasta el detalle colosal y detallista de Julio Blancas. Entre la naturaleza, de Juan Pedro Ayala, la labor de Raúl Artiles, de la inquietud   siempre dispuesta de Encarneviva, hastaMiguel Fernándezy su acuática expresión, desdeJaime Bravo, hasta el barroquismo de Sema Castro y los tintes simbólicos y prerafalelistas de Domingo Vega. Junto a los autores ya citados la obra deJosé LuisMedina Mesa, Gabriel Roca y las fotografías de Naia del Castillo y Carmela García. A su vez, la colaboración poética con Arturo Maccanti, Iván Cabrera y Diego Giuliano, ha posibilitado una reflexión multidisciplinar que también esta presente a través de los trabajos escultóricos de Juan Gopar yJosé Herrera, así como la obra de vídeo-creación “Dársena”, del cineasta canario José Cabrera. Una exposición, que amplia, sólida, y sustentada en la siempre segura apuesta de lo insular y su interpretación, recorre el instante isleño. Una isla es Un espacio para lo íntimo, como la escultura deJosé Herrera, abierta y cerrada, brillante y oscura.

Ángel Padrón, Isla y carretera, 1999. Óleo sobre lienzo y tabla, 81x100cm

Notas:
(1)Isidro Hernández, “La isla ilesa. Travesías insulares enla Colección TEA”, TEA. Tenerife Espacio de las Artes.
http://www.teatenerife.es/expo/la-isla-ilesa-travesias-insulares-en-la-coleccion-tea. Consulta realizada el 2 de Agosto de 2013.
(2)Fernando CastroMorales, “La ‘Isla Molineta’. La recepción del Creacionismo en Canarias”, Vegueta 10 (2008): 81
(3) Raúl Gustavo Aguirre, Las poéticas del siglo XX (Argentina: Culturales Argentina, 1983) 87
(4) María Jesús Pablo Gimeno,Pedro GarcíaCabrera. Aires de libertad (Santa Cruz de Tenerife: Idea, 2006), 29.

Más información:
La isla ilesa. Lagenda. Guia del ocio de Tenerife
José Herrera, Un espacio para lo íntimo, 2008. Bronce, 225 x 210 x 142 cm

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