Ángel Otero. El viento sopla. El desierto de la historia

Por Noemí Feo Rodríguez

Sin Título. Ángel Otero, 2014. Oleo sobre papel, 155 x 122 cms.

“No es sabio el que sabe dónde está el tesoro, sino el que trabaja y lo saca.”
Francisco de Quevedo

La obra de arte no es sólo una amalgama de presentismos vivaces o de apropiacionismos y citas recurrentes. A veces son ambas. Una ávida persecución de la historia y un palpitante conocimiento del hoy. Esta es la pintura de Ángel Otero.

En la exposición inaugurada en la Galería Leyendecker, titulada Obra Nueva, se muestra la última producción artística de este pintor afincado en New York. Nacido en 1981 en Santurce, barrio del municipio de San Juan en Puerto Rico, Otero es ya considerado uno de los artistas emergentes más relevantes del panorama internacional.

Su obra, caracterizada por la recuperación de la memoria histórico-artística, es una reinterpretación continua. Para él, su discurso estético debe definir qué es la pintura, lo que puede y no debe ser. Para ello, vuelve al pasado para deconstruirlo. Partiendo de imágenes clave de la historia del arte, como son las representaciones clasicistas, del siglo XVII, del artista francés Nicolas Pousssin, o la influencia de los pintores del expresionismo abstracto americano de mediados del siglo XX, como Willem de Kooning, Franz Kline o Jackson Pollock, comienza su proceso pictórico.

Utilizadas como base, estas pinturas son un estudio preliminar de la tradición artística y su sentido académico. Sobre ellas, Otero deposita unas largas sábanas a las que previamente ha aplicado plexiglass y a las que otorga la categoría de obras de arte en sí mismas. Formadas en pliegues, las telas son adheridas al soporte, dobladas, manipuladas y coloreadas, dejando entrever algunos trazos de la imagen inicial. Al fusionar ambas composiciones, estas “pieles de aceite” adquieren la definición de collages. Su trabajo alcanza pues, una calidad orgánica que se acentúa por la artesanalidad.

Sin Título. Ángel Otero, 2014. Oleo y pieles de oleo en collage sobre lienzo, 183 x 122 cms

Sus obras están oscurecidas, tapadas por velos raspados, pesados y densos, que en unas ocasiones presentan relieves y en otras, unas superficies más planas, ligeras y homogéneas, como en las obras en las que utiliza el mylar. Una fina capa de aluminio, en la que desarrolla una plástica coherente de contrastes tradicionales y contemporáneos, en la línea, por ejemplo, de James Rosenquist.

Para Otero, su pintura no es estricta, sino espontánea, en la que tiene cabida el azar y la accidentalidad. Es un artista que no ha olvidado las técnicas y que busca un replanteamiento constante del arte al establecer un diálogo con la historia. Recurre por lo tanto, a la cita, a la manualidad y a la subjetividad.

Esta exposición en la Galería Leyendecker, se suma a otras muestras celebradas sobre la obra de Otero en este mismo espacio, como la colectiva The Second Seating for the Last Supper (2011), la muestra junto a Scott Wolfson (2009) o la individual, New Wave (2008), comisariada por el crítico de arte Christian Viveros-Fauné.

Otero, quién realizó sus estudios en la Universidad de Puerto Rico durante cinco años, se trasladó al Art Institute of Chicago, donde se graduó en la maestría de artes plásticas en 2009. En este año ganó la prestigiosa beca Leonore Annenberg en el campo de la Performance y las Artes Visuales. Ha obtenido importantes premios, desde 2005, como los concedidos por el School of the Art Institute of Chicago y en 2007, la BFA, que le han permitido consolidar su trayectoria.

Sin Título. Ángel Otero, 2014. Oleo sobre papel, 155 x 122 cms.

Artista representado por las galerías Lehman Moupin y Kavi Gupta, su obra se ha expuesto en espacios como el Walter Otero Contemporary Art, el SCAD Museum of Art en Savannah, el Museum of Art Hong Kong o el Contemporary Art de Chicago. De igual forma, ha estado presente en la Art Basel de Miami, la Frieze Art Fair de New York o, en ARCO Madrid, con la Galería Leyendecker.

Otero es ante todo un arqueólogo de la imagen. Escondida pero presente, la obra asume el peso de la historia sobre la historia. Convierte una forma concreta en abstracta, para mostrar como la memoria es modificada por el transcurso del tiempo. La estratificación pictórica que realiza determina su intención artística: reinterpretar, a través de una lectura contemporánea, la visión tradicional del arte.