Sobre la enseñanza de arquitectura

Grabado de Friedrich Schinkel para su proyecto para la Bauakademie de Berlín de 1836

Compartimos hoy aquí una interesante reflexión de nuestro colega venezolano Oscar Tenreiro sobre el significado de la enseñanza de arquitectura.

En la presentación al mismo que hace en su propio blog personal, Entre lo cierto y verdadero, señala que la formación de un arquitecto depende más de su propia experiencia acumulada que de lo que logra asimilar durante sus años de formación académica.

Como él mismo dice allí: Uno se hace arquitecto progresivamente. Una idea que compartimos y que también ratifica Louis Kahn cuando señala que el oficio de arquitectos es una habilidad de veteranos. Y, a veces, esa pericia necesaria ni siquiera se ha adquirido como consecuencia de la obtención de un título universitario. Basta recordar que figuras tan importantes como Frank Lloyd Wright y Le Corbusier no pisaron jamás una universidad en su juventud y fueron así prácticamente autodidactas. El primero adquiriría el oficio tras su paso por el taller parisino de Auguste Perret mientras que el segundo también acopiaría conocimientos en la materia en la oficina de otro importante arquitecto de Chicago, Louis Sullivan.

Quizás la esencia del aprendizaje de la arquitectura tenga que ver más con una experiencia artesanal en la que se va puliendo poco a poco la forma de ejecutar y amoldar el pensamiento a través de una prefiguración dibujada del espacio. La maestría así solo puede surgir con la acumulación de años tras el tablero de dibujo o (perdón) ante la pantalla del ordenador.

Abadía Benedictina de San José. Jesus Tenreiro Degwitz. Güigüe, 1989. Foto: Orlando Martínez

Otra vez la enseñanza
Por Oscar Tenreiro
Artículo publicado en el diario Tal Cual de Caracas 19/01/2013

Jesús Tenreiro (1936-2007), dijo una vez en mi presencia (y si mal no recuerdo en la del colega profesor Américo Faillace) que una de las cosas que más importaba en la docencia de nuestra disciplina era crear un ambiente donde la preocupación por la arquitectura, su presencia en ejemplos concretos, el debate sobre ella y sobre muchos otros aspectos de la cultura hasta crear un ambiente lleno de referencias capaces de disparar asociaciones en el estudiante, era la condición para que los ejercicios de prueba y error típicos del Taller (que como lo decía la semana pasada es el eje de la enseñanza en todas las escuelas del mundo) estuviesen informados, nutridos, con los mensajes derivados de las experiencias (en conversaciones, discusiones, exposiciones, oposiciones) que caracterizarían ese ambiente. Ayudaría a que los ejercicios dejaran de ser dardos lanzados a ciegas, para acercarse a un objetivo personal, a una imagen aunque fuese borrosa nacida de la capacidad individual para asimilar lo vivido. Usó Jesús esa vez la palabra “caldo”. En ese “caldo” dinámico y rico en estímulos, transcurriría la vida del estudiante, ese sería el escenario de su formación.

Esa idea de que el estudiante se mueva en un ambiente en el que la arquitectura esté siempre como tema, me parece asunto fundamental que en nuestras Escuelas se da sólo parcialmente, o no se da en absoluto.

Y las razones son múltiples, casi todas asociadas a la crisis de identidad y el deterioro general de nuestras instituciones educativas. Crisis agravada en los últimos años por una especie de asalto por vías de presión y casi de extorsión, de parte del Régimen, que le niega todo a las instituciones más establecidas mientras hace patéticos esfuerzos muy mal dirigidos, por crear nuevas universidades controladas políticamente.

No está lejos el momento en el que esta actitud suicida con la educación de nivel superior, deba ser enfrentada y corregida, pero por lo pronto vale la pena ocuparnos del deber ser, de lo que podríamos esperar de nuestras Escuelas de Arquitectura de mayor tradición.

Vista aérea del Deutsches Historisches Museum en Berlín, obra del arquitecto chino americano I.M. Pei. Foto: Ryan Hadley, Flickr

Me viene a la memoria la idea que tuvo Mariano Picón Salas como primer Director del Inciba (Instituto de Cultura y Bellas Artes) de crear un Museo Pedagógico que el definía como un lugar donde pese a no contar con obras originales, quien lo visitara podía tener acceso a información muy completa mediante reproducciones, grabaciones, material gráfico en general y cualquier otro recurso técnico de esos años (Picón Salas murió en 1965) respecto al Arte y la Cultura universales. Era una idea que hoy en día se revela como mucho más atractiva si pensamos en el desarrollo de los medios audiovisuales e informáticos. Análoga a la que unos años más tarde tuvo el Presidente Caldera cuando pensó en crear el Museo Nacional de la Historia, también básicamente apoyado por los recursos tecnológicos, siguiendo el modelo alemán (Museum für Deutsche Geschichte) de tiempos de la RDA, el cual continuó su función después de la caída del Muro en su sede en Berlín-Unter den Linden, remozada y ampliada según proyecto de I.M. Pei. Una continuidad (ahora se llama Deutsches Historisches Museum) que habla a favor de la estabilidad institucional frente a lo político.

En resumen, concibo esa Escuela de Arquitectura ideal como un lugar análogo al propuesto por Picón-Salas, un sitio en el cual el estudiante es objetivo de múltiples estímulos para impulsarlo a conocer la arquitectura universal, la presente y la del pasado, incluyendo referencias constantes al arte en general, mientras que de manera sistemática se lo confronta con eventos diversos en los que el tema fundamental es la ciudad y su arquitectura. La diferencia con un Museo sería sobre todo la presencia tutelar del cuerpo docente, constituido en lo posible por personas capaces de darle forma y contenido a ese espacio de confrontación e información (el caldo), cumpliendo el papel de promotores y animadores apasionados de la disciplina, porque, precisamente, pasión por la arquitectura era un requisito que Jesús Tenreiro exigía en profesores y estudiantes. Se daría así además una diferencia cualitativa importante porque la búsqueda de información del estudiante no estaría regida por impulsos o preferencias ocasionales como las que se dan en una típica navegación individual, sino que serían parte de un programa docente vinculado a los ejercicios de prueba y error del Taller.

Si en general es difícil acercarse a ese modelo, las Escuelas de Arquitectura del mundo desarrollado tienen la ventaja de ser beneficiarias del alto nivel de desarrollo de la universidades que las albergan y sobre todo de sus bibliotecas, verdaderos Centros de Información. La de la Universidad de Columbia en Nueva York, por ejemplo, es la más importante del mundo en Arquitectura, con lo cual el estudiante tiene en la puerta de al lado los más completos recursos, aparte de que esa Facultad programa de modo habitual eventos de muy alto nivel que le imprimen un dinamismo muy cercano al que podría aspirarse idealmente.

Pero entre nosotros la situación es desalentadora. La crisis de asedio económico impuesta por el Régimen ha disminuido radicalmente los recursos educativos derivados de la tecnología de la información, incluyendo los tradicionales (libros, revistas). A la vez, la población profesoral ha ido disminuyendo. Y a consecuencias de la situación general pareciera que los impulsos de actualización han sido postergados o reducidos al mínimo, dando la impresión de que se sobrevive.

Y nada tiene de extraño porque en muchos aspectos es eso lo que viene ocurriendo en el mundo institucional venezolano: se sobrevive. Así de simple.

Exterior del Deutsches Historisches Museum . Foto:  Manuela martin, Flickr

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