El origen de la Gran Manzana

Por Federico García Barba

28th Street. La típica imagen urbana de la ciudad de Nueva York

Imaginemos a alguien que sale de su casa todos los días durante diez años para hacer más de 1500 túmulos de piedra o estacas metálicas en los lugares más inverosímiles de la isla que habitaba. Un esfuerzo de amojonamiento para marcar el territorio ejecutado con una precisión inigualable. Resulta cuando menos sorprendente la paciencia y meticulosidad que puede llevar a una persona a asumir una tarea así a lo largo de tanto tiempo.

Es lo que hizo John Randel Jr., a comienzos del siglo XIX en la isla de Manhattan, para establecer los nodos o puntos de intersección que permitirían definir la famosa cuadrícula de calles que hoy caracteriza a la ciudad de Nueva York.

New York Farm Map. La descripción dibujada de la isla de Manhattan, elaborada por John Randel entre 1818 y 1820. En ella se aprecia la malla superpuesta de las manzanas de la futura ciudad. Museum of the City of New York

Hoy en día, los turistas y visitantes que vamos a la famosa metrópolis, y observamos su forma urbana, es decir sus manzanas, sus grandes calles y avenidas junto a sus inmensos rascacielos, la consideramos como algo normal, una parte habitual de la percepción de la ciudad. Es un espacio pintoresco, un poco sorprendente, al que no le prestamos la debida atención en lo que se refiere a entender cual puede haber sido su historia. Nueva York nos es enormemente familiar y produce emoción visitarla por primera vez. Sin embargo, nos hemos acostumbrado a ese lugar a través de innumerables películas y narraciones de todo tipo que no permiten distinguir muy claramente unas partes de otras pero que si tienen una impronta muy característica. Y, mucho menos, entender cuál ha sido su origen.

A este respecto, es interesante conocer la historia de las razones y decisiones que llevaron a producir este maravilloso artefacto colectivo que es hoy la ciudad de Nueva York.

La famosa retícula de Manhattan fue el resultado de un proyecto urbanístico específico: el Commisioners Map of the City of New York de 1807, planteado previamente como idea por primera vez diez años antes. Era un documento técnico que se aprobó después en la legislatura del estado con el objetivo de realizar un desarrollo ordenado de la ocupación urbana de la isla de Manhattan, situada en un espacio geográfico privilegiado en la costa del Noreste de los Estados Unidos. Se trataba entonces de planificar la forma de la ciudad del futuro entre la calle 14ª y las llamadas Washington Heights, al extremo norte de aquel territorio delimitado y rodeado totalmente por las aguas del estuario del Hudson River.

Plan of the city of New York. William Bridges, 1807

Aquella trama urbanística fue una iniciativa que obtuvo de entrada una oposición social feroz; sobre todo de granjeros y propietarios asentados en las proximidades de la ciudad consolidada, que se manifestarían y lucharían organizados y apoyados por diversas coaliciones políticas. En aquel año de 1807, la legislatura del estado de Nueva York nombraba una comisión para acometer la ingente tarea de cuadricular la isla. Un equipo político y técnico que estaría presidida por el gobernador, Morris y secundada por el abogado, Rutherford y el topógrafo del estado, Simeon de Witt. A aquellos hombres se les otorgó el poder para decidir como desplegar la forma conveniente de las calles futuras, de tal manera que se evitara lo que en aquellos momentos era una preocupación fundamental, la insalubridad del aire en los callejones y los recintos irregulares construidos con anterioridad en la parte ya consolidada de la ciudad. La tarea se concretaba en garantizar una disposición ordenada, especialmente sana, de la edificación y la garantía de accesibilidad universal a los habitantes de la futura urbe.

Esta comisión contaría para realizar la tarea con la ayuda del topógrafo John Randel Jr. al que contratarían como ejecutor técnico subsidiario. Para definir el plan siguieron los modelos fundacionales establecidos en otras ciudades de colonización establecidas en la costa este del gran país americano. Como la capital Washington y Savanah más al sur. Frente a las ideas a la francesa de ejes y focos que L’Enfant establecería para planificar la capital de la nueva república, los comisionados se plantearon para la expansión de Nueva York una solución más práctica y simple, la malla igualitaria e indiscriminada de manzanas rectangulares trazadas con directrices perpendiculares, es decir a 90 grados.

De acuerdo a Wikipedia, la idiosincrática cuadrícula de Nueva York es una retícula ortogonal rectangular de 2000 manzanas que se extiende sobre una superficie total de 4.600 hectáreas. Las manzanas miden aproximadamente 60 por 250 metros o 15.000 metros cuadrados. Según el panfleto explicativo que sus promotores publicaron en 1811, la malla iba a tener 12 ejes primarios en dirección Sur-Norte a modo de avenidas de un ancho mínimo de 30 metros codificadas inicialmente con letras aunque luego serían identificadas numéricamente. En sentido perpendicular, se programaban 140 calles de 18 metros, desde la número 14ª hasta la 155ª, que partían de la ciudad consolidada junto a la empalizada primitiva que estableció la protección en los tiempos de la primera colonización. Siguiendo la regla general, este esquema básico produce una trama cuyas intersecciones se sitúan separadas siguiendo una modulación regular. Ese esquema modular se aproxima a los 78×280 mts.

Teniendo en cuenta, la predominancia en Estados Unidos de la cultura anglosajona, hay que especificar que todo el sistema estaba planteado racionalmente siguiendo el sistema imperial de unidades que emplea el pie (feet) como medida básica de longitud. En consecuencia, la trama diseñada producía manzanas exactas de 160.000 pies o 200×800 pies. Ello permitía su división ordenada y con facilidad utilizando múltiplos decimales.

Conexión de la malla proyectada con la ciudad consolidada. Detalle del plano de trabajo dibujado por John Randel como resultado de sus trabajos de prospección topográfica de la isla de Manhattan entre 1811 y 1820. Fuente: Codex 99

Una vez diseñada aquella propuesta urbana tan precisa, el problema era como establecer sobre el terreno su característica forma. La plasmación de aquella malla urbana se tendría que apoyar en la identificación sobre el terreno de sus nodos de intersección. Ya desde el principio, la propuesta fue intensamente cuestionada por su inflexibilidad teórica. Una de las primeras críticas se apoyaba en el argumento de la inadaptación a la variable topografía del lugar. Fue el argumento de uno de los propietarios cercanos a la ciudad en su demanda judicial para paralizar los trabajos que comenzaron a las afueras de la entonces ciudad. Aquel terrateniente razonaría que los promotores de la idea reducían la superficie terrestre a un plano ideal en su enajenación mental. Según su explicación, en el diseño para la transformación de esa superficie teórica, las variaciones del terreno no habían sido tenidas en cuenta y ello supondría que la idiosincrasia natural, formada por los cantiles costeros, las pequeñas colinas, los cursos de agua, bosques y rocas, sería destruida irremisiblemente. Obviamente, un conservacionista precursor, cuya idealización del medio ambiente ignora las increíbles y extensivas transformaciones que ha experimentado el territorio a lo largo de la historia de la humanidad. Como tantos otros que hoy predominan en relación a la catástrofe que supone la destrucción del planeta heredado.

Al final, la potente expansión que la ciudad va a experimentar durante el siglo XIX, como consecuencia de la fuerte inmigración europea, haría que todas esas objeciones desaparecieran y fueran arrolladas por la fuerza de las necesidades. La ingente riqueza especulativa generada actuaría como un bálsamo que relajaría todo aquel el proceso transformador hacia la urbanización de un territorio agrícola cercano. Y luego la ocupación extensiva del espacio natural que existía en aquella isla y sus alrededores hasta conformar una densa región metropolitana que supera hoy los 23 millones de habitantes .

Para la ejecución de aquel extensísimo diseño, la comisión encargada contrataría a John Randel Jr. Este era un ingeniero y topógrafo con fama de gran precisión técnica. A él, la comisión le encomendaría la misión de realizar un detallado estudio del territorio de la isla situado al norte de la ciudad. Al mismo tiempo, se le encargaba el cometido de establecer el diseño dibujado que se iba a superponer sobre el terreno así como la construcción sobre el terreno de los hitos nodales que facilitarían el establecimiento de los ejes de las futuras calles y avenidas. En la mayoría de los casos, serían túmulos de piedra apilados en los puntos de intersección de los ejes de las futuras calles y avenidas. En otros, cabillas de cuadradillo de hierro, hincadas en la roca granítica que constituye el sustrato de la ciudad. Algunas se pueden ver todavía hoy, en medio de los bosquetes cubiertos de árboles que componen el Central Park y otros espacios libres de la ciudad.

Grabado que muestra el estado de ejecución de la Segunda Avenida de Manhattan en 1861. Fuente: Wikipedia.

Según explica Marguerite Holloway, autora del libro dedicado a este personaje, The Measure of Manhattan (La medida de Manhattan), el comisionado De Witt lo elegiría para llevar a cabo aquella labro por su alta capacidad y precisión técnica. Randel era una persona muy dotada para las matemáticas y, especialmente para la transcripción geométrica de sus cálculos y mediciones. Aquel topógrafo debería imaginar, ver en su cabeza constantemente como podría ser aquella ciudad a la que estaba aportando una definición espacial. Todo aquel proceso que duraría más de una década lo transcribió en 45 cuadernos de campo, en los que anotaba sus impresiones y esfuerzos para documentar la realidad geográfica que visitaba con precisión y continuidad.

Ejemplo de una de las bolts (cabillas) utilizadas para la definición de los nodos de la retícula neoyorquina plasmada por Randel. En su cara superior, la cruz que marca el punto de intersección.

Durante los largos años de trabajo topográfico, Randel sufriría numerosas agresiones, arrestos y demandas de los propietarios de las tierras que visitaba en cumplimiento de la labor encomendada. Al mismo tiempo, hubo de corregir las tergiversaciones y cambios realizados sobre los mojones ya ubicados, a los cuales los propietarios intentaban modificar y recolocar en beneficio propio.

Cuando se observa el gran mapa de la isla de Manhattan que, finalmente concluyó John Randel en 1820, se puede ser consciente del carácter territorial concreto y preexistente de aquel gran espacio geográfico. Allí se dibujan los accidentes topográficos, los cursos de agua y zonas pantanosas, los diferentes grupos de vegetación y arbolado, granjas y construcciones. Y, lo que es más importante, se dibuja tenuemente la malla de manzanas superpuesta a todos aquellos lugares prefigurando en dos dimensiones lo que luego sería la gran ciudad de Nueva York. En ese plano, curiosamente, no figuran algunos hechos que contribuirían a la idiosincrasia urbana que hoy conocemos. Por ejemplo, la famosa vía de Broadway (o Camino Ancho) que cruza diagonalmente la ciudad no aparece como tal en el mapa de Randel. La realidad de una vía esencial para el funcionamiento de la ciudad consolidad acabaría imponiéndose. Sin embargo, allí se prefigura ya la que sería luego la gran ciudad que hoy conocemos como Big Apple (la Gran Manzana).

O el gran rectángulo ajardinado y no construido que es su pieza más significativa, el Central Park. Este sería una contribución de otro gran personaje que colabora al engrandecimiento de la ciudad, el paisajista Frederick Law Olmsted. Olmsted, que diseñaría ese parque carismático en 1852 junto al arquitecto Calvert Vaux, tras ganar ambos, el concurso convocado al efecto por la municipalidad.

Otro personaje curioso de ese momento histórico para el urbanismo mundial, es William Bridges. Un competidor que intentaría aprovechar el ingente esfuerzo de John Randel Jr. para sacar rendimiento personal generando un producto con una mejor presentación. Para ello, dibujaría un nuevo mapa formalmente más impactante que reflejaría otra idea prospectiva de la ciudad sobre la base de la trama ya señalada en el territorio por aquel. Esta nueva versión de la urbe en construcción tampoco se concretaría exactamente como la vislumbro su autor y ha quedado como una curiosidad histórica en la prefiguración y planificación del crecimiento de Nueva York.

John Randel completaría su trabajo con un gran esfuerzo y sacrificio personal y establecería así la base para la imagen urbana de aquella urbe americana que ya forma parte del imaginario de toda la humanidad.

Luego vendrían otros problemas derivados de la apetencia especulativa sobre el suelo reparcelado de acuerdo a la retícula diseñada por la comisión de Rutherford, Bates y De Witt. La tendencia a la sobreexplotación de la propiedad privada y el desarrollo de las capacidades técnicas para la producción de edificación en altura incentivarían allí un lucro salvaje, basado en lo que es común y no está claramente identificado. El vuelo -que, en principio, era privado y libre- tendría que pasar entonces a ser controlado públicamente para evitar los desmanes de los distintos agentes que pretendían actuar sobre la ciudad. Cómo explicaría Garret Hardin en The tragedy of the commons de 1968, la total libertad sobre aquello que es común lleva a la ruina de todos los que están implicados.

Vista área de Central Park. El gran espacio verde de la ciudad de Nueva York proyectado por Olmsted y Vaux en 1852

A principios del siglo XX, la iniciativa y demanda de ciudadanos y comerciantes prominentes de la ciudad, como Tiffany, Waldorf, Sakz y Ritz Carlton promoverían la introducción del Comprehensive Zoning en Nueva York al objeto de encauzar la incorporación indsicriminada de usos que perturbaran a las actividades ya implantadas. Este tipo de planificación urbanística dividiría la ciudad en ámbitos zonales a los que se aplicarían por pirmera vez reglas precisas de edificación y aprovechamiento. La Zoning Resolution de 1916 acabaría de completar el edificio normativo básico aplicable a la arquitectura de la ciudad. Un código ordenancístico que luego sería consolidado legalmente por el Tribunal Supremo diez años después con una sentencia histórica de la que nacería una nueva institución pública americana, aquella que tendría en el futuro la responsabilidad del control de la edificación en las distintas ciudades de aquel país.

Hasta llegar a lo más reciente, el Zoning Handbook (Manual de Zonificación) publicado por el New York City Department of City Planning de 2011.

Más Información:

Commisioners Plan of 1811. Wikipedia
No Hero in 1811, Street Grid’s Father Was Showered With Produce, Not Praise. New York Times 21/03/2011
Surveying the Work of John Randel Jr. Entrevista a Marguerite Holloway, autora del libro The Measure of Manhattan. Point of Beginning 28/10/2013

 

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